Karoshi

Karōshi 過労死 / Ka-roe-she / Que-aroi-chi

(Demasiado), (Trabajo), (Muerte).

Karōshi es “la muerte por exceso de trabajo”.

Evidencia de la neo-esclavitud pseudo voluntaria, aparentemente adictiva, asociada al progreso social, económico, tecnológico y empresarial japonés.

Hace ya varios años, en pleno auge del milagro japonés, un candidato a la Presidencia de Fedecámaras, el máximo organismo gremial empresarial de Venezuela, decía con mucha convicción que: “lo mejor es enemigo de lo bueno”. En ese tiempo causaba pena ajena escucharle semejante expresión a este empresario y Diputado al Congreso de la República -la actual Asamblea Nacional venezolana-. La excelencia laboral japonesa era el modelo a seguir que se planteaban como meta ideal los pequeños y los grandes líderes de Venezuela y de cualquier parte del mundo. Cualquier duda sobre la necesidad de alcanzar los niveles de excelencia de los japoneses sonaba apática, descuidada y perezosa. Actualmente, el síndrome del Karōshi le da la razón a nuestro visionario empresario venezolano y le está cambiando el prestigio a la tan ka-ka… reada dedicación laboral de los japoneses.


Karōshi, 
el precio de la excelencia.

“Nos han comprado por dinero… Por lo menos, los esclavos tenían tiempo para comer con sus famílias”, ”escribió en su diario personal el señor Yagi, quien murió a los 43 años trabajando 70 horas a la semana en una agencia de publicidad y gastando tres horas y media diarias en el tren para ir y volver del trabajo”…  “La señora Yoshida, murió a los 22 años después de trabajar durante 34 horas consecutivas como enfermera en un hospital”… “El señor Miyazaki, murió después de trabajar durante 4.320 horas en el último año de vida -su viuda sólo pudo recibir una compensación económica catorce años después de la muerte de su esposo-“. 

Así describen la dramática vida-muerte de los trabajadores japoneses las informaciones publicadas en la página Web del Consejo de Defensa de las Víctimas de Karōshi, una organización de abogados y médicos que apoya a los trabajadores incapacitados y a los familiares de los trabajadores fallecidos, para procurarles compensaciones económicas, librando interminables batallas judiciales y forenses, en defensa de los derechos, todavía difusos, de esta especie de suicidas, aparentemente adictos al trabajo, quienes ofrendan su libertad y su vida a la excelencia japonesa, casi siempre gratis, sin cobrar ni un yen, por temor a ser excluidos del competitivo mercado laboral nipón.

Para el Consejo de Defensa de las Víctimas de Karōshi no sólo el señor Yagi “observó que los trabajadores japoneses estaban bajo las más inhumanas condiciones de esclavitud”, su página Web también informa que “Según una encuesta realizada en 1989, 45,8% de los jefes de sección y 66,1% de los jefes de departamento de grandes empresas pensaron -que- ellos mismos se mueren por exceso de trabajo.”


Peor aún” -relata la página Web del Consejo-, “según las estadísticas del Ministerio de Trabajo, el promedio de horas extraordinarias de trabajo va en aumento: 130 horas en 1975; 185 horas en 1990 (245 horas en grandes empresas). El promedio anual de vacaciones pagadas efectivamente está disminuyendo: 8,8 días en 1980; 7,9 días en 1990. Muchos trabajadores japoneses trabajan horas extraordinarias sin la presentación de informes de sus horas de trabajo, ni reciben paga. Calculamos que los trabajadores masculinos en realidad trabajan 2700 a 3000 horas año. Un empleado del Fuji Bank, una de las principales instituciones financieras japonesas, informó que los varones trabajaron un promedio de 3000 horas al año incluyendo no menos de 700 horas de trabajo no remunerado."

Entre el deshonor y la gloria, avanzando sin detenerse, sin permitirse el lujo de perder el rumbo, Japón se recuperó rápidamente de los estragos de la II Guerra Mundial, convirtiéndose en la segunda economía del planeta en menos de tres décadas. Las principales razones que ayudaron al país nipón a salir adelante incluyen el esfuerzo ejemplar que hicieron los ciudadanos japoneses, trabajando al máximo de su capacidad física y mental, para salir de la pobreza. A finales de los años sesenta eran normales las jornadas laborales de doce horas o más que los trabajadores de todos los niveles dedicaban a la realización del milagro japonés.

En el año 1969 se conoció el primer caso de karōshi reportado oficialmente. Un trabajador de 29 años, de una gran empresa de periódicos, quien murió de repente como consecuencia de un infarto cerebral, después de llevar más de 40 días seguidos trabajando, casi sin descansar. El problema se agravó en los años ochenta cuando empezaron a morir, de forma imprevista y brusca en sus puestos de trabajo, algunos ejecutivos quienes estaban trabajando bajo mucho estrés. 

Las causas más comunes de fallecimientos debidos al Karōshi son los ataques cardiacos o cerebrales, incluyendo hemorragias subaracnoidales (18,4%), hemorragias cerebrales (17,2%), trombosis o infarto cerebral (6,8%), infarto de miocardio (9,8%), fallo cardiaco (18,7%), y otras causas (29, 1%). 

Con estos fallecimientos se ha venido evidenciando una dramática realidad que hoy es bastante común en el ambiente laboral japonés y que, en las últimas cuatro décadas, ha hecho sonar con fuerza las alarmas sociales y laborales japonesas, sin que su intenso ruido haya logrado los cambios necesarios para erradicar lo que a simple vista parece una epidemia: el síndrome de Karōshi, la muerte por exceso de trabajo.              


Ese es el precio pagado por la nación nipona para alcanzar y mantener su excelencia empresarial, económica y tecnológica. No se conoce exactamente cuántos “excelentes” japoneses han pagado y continúan pagando con su vida el “exitoso” milagro japonés. Las tres cifras gubernamentales de muertes e incapacidades laborales causadas por el síndrome del Karōshi parecen muy bajas en comparación con las estimaciones publicadas en la página Web del Consejo de Defensa de las Víctimas de Karōshi que, en cinco cifras, se refieren a diez mil (10.000) muertos por año.

El 16 de mayo del pasado año 2007 la agencia española de noticias EFE publicó en una nota de prensa la siguiente información oficial japonesa: Al menos 147 personas fallecieron en Japón durante el pasado año fiscal, debido al karōshi, la muerte por exceso de trabajo, informó hoy el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar.

Además 66 personas se suicidaron o intentaron acabar con su vida por cuestiones relacionadas con la presión laboral o por trabajar por encima de su horario, lo que supone una cifra récord en Japón, según recogió la agencia Kyodo.

En total, 355 trabajadores van a recibir compensaciones estatales del Gobierno japonés por haber sufrido problemas o enfermedades derivadas del exceso de trabajo, entre los que destacan los casos de derrames cerebrales y ataques al corazón.

De los afectados, el 25 por ciento trabaja en los sectores de transporte y telecomunicaciones, según el informe.

Un portavoz del Ministerio de salud criticó el hecho de que muchos japoneses "estén trabajando bajo una fuerte presión y se les exijan resultados sin recibir a cambio el suficiente apoyo por parte de la empresa".

Por otra parte, durante el pasado año fiscal 819 trabajadores solicitaron compensaciones económicas del Gobierno debido a problemas mentales derivados del exceso de trabajo, lo que supone un incremento del 25 por ciento con respecto a las estadísticas del anterior año fiscal.

Finalmente 205 de éstas reclamaciones fueron aprobadas, un 61 por ciento más que en el ejercicio de 2005.

El gobierno japonés reconoció por primera vez en 1992 que es posible morir por la falta de descanso por las obligaciones laborales, dando origen al término "karōshi" que se hizo sinónimo en todo el mundo de la muerte por exceso de trabajo.

También durante el pasado año 2007, un tribunal de Japón condenó al Gobierno a pagar una indemnización a Hiroko Uchino, la esposa de un empleado de la fábrica de automóviles Toyota, quien se derrumbó en el trabajo y murió a la edad de 30 años en el 2002. La viuda demandó el caso en los tribunales después que su reclamación ante los organismos locales fuera rechazada.

Recientemente un bufete de abogados japonés, dirigido por el abogado Mikio Mizuno,  hizo público el caso de otro empleado de la fábrica de automóviles Toyota, muerto por exceso de trabajo en esta empresa donde trabajar horas extra es lo habitual, al igual que en todo el Japón..

El trabajador era un ingeniero de 45 años quien trabajaba, bajo gran presión, en el desarrollo de una versión híbrida del automóvil Toyota modelo Camry. Su identidad no fue divulgada por decisión de su familia.

En los dos meses anteriores a su muerte, este desafortunado ingeniero trabajó un promedio de más de 80 horas extras al mes, según informó el abogado Mizuno.

El ingeniero trabajó regularmente durante las noches y los fines de semana, fue enviado con frecuencia al extranjero y había recibido el encargo de presentar un modelo del Camry híbrido en el Salón Internacional del Automóvil de Detroit cuando murió de una isquemia en enero de 2006.

Su hija lo encontró muerto en su domicilio un día antes del viaje a Estados Unidos. En un comunicado, Toyota Motor Corp. ofreció sus condolencias y anunció que trabajará para mejorar la supervisión de la salud de sus trabajadores.

¿El Hikikomori se resiste al Karōshi?


En casi cuatro décadas de enfrentar el fenómeno del Karōshi, ni el Estado japonés, ni las corporaciones japonesas y ni siquiera los propios trabajadores japoneses han tomado las medidas necesarias para acabar con las muertes por exceso de trabajo, sólo los temerosos jóvenes Hikikomori han tomado decisiones drásticas que los alejan de la mortal competencia que suele comenzar con la presión psicológica en la escuela y terminar con la muerte súbita en las fábricas y oficinas. 

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